CHILE: LOS “GEOGLIFOS” OLVIDADOS
Siguiendo hacia el sur por esta enigmática costa peruana, entre otras fascinantes incógnitas a las que me referiré en su momento, el investigador, nada más cruzar la frontera, puede acceder a otro misterio de características similares a los precedentes. Al norte de Chile, entre Anca y Tocopilla, diseminados por el ardiente desierto de Atacama uno de los más duros del planeta, se contabilizan decenas de figuras y dibujos que, al igual que en Nazca y Paracas, parecen concebidos y realizados para ser observados desde el aire o desde la distancia. Pero estos “geoglifos”, a diferencia de los peruanos, permanecen prácticamente olvidados. Y me atrevería a decir más: con la honrosa excepción de los científicos de la Universidad de Tarapacá (Anca) y de algunos muy pocos estudiosos del resto del mundo, esta magnífica muestra del arte precolombino es sencillamente ignorada por la colectividad científica.
Cuando uno camina por los áridos cerros del valle de Azapa, de Chiza Suca, Tiliviche y Abra, o brega con las infernales pendientes y quebradas de Cerro Figuras, Soronal y Cerro Unita o sobrevuela en helicóptero o avioneta los Cerros Pintados, la perfección y grandiosidad de estas imágenes le hacen enmudecer. Allí, en mitad de la desolación del desierto, aparecen “líneas y pistas” como las de Nazca, figuras de “hombres”, gigantescos “sapos”, rebaños de camélidos, enigmáticos círculos, espirales, “flechas” y, en fin, un diabólico maremágnum de simbolos de muy difícil interpretación.
Muchos de estos “geoglifos”, a diferencia también de los nazqueños no ofrecen duda alguna sobre la “técnica” de su realización. Basta aproximarse a ellos para observar que han sido ejecutados mediante la acumulación de piedras de origen volcánico que oscilan entre los diez y cincuenta centímetros de longitud. De esta forma, el material lítico gris oscuro, distribuido a manera de mosaico, se destaca sobre el resto del terreno, multiplicando el efecto visual. En otros lugares, los autores se han limitado a “limpiar” de rocas y guijarros las laderas y cumbres de los cerros, propiciando así toda suerte de imágenes. Algunas de estas desconcertantes estructuras superan los cien metros de longitud.
Pero, aunque en este caso se sepa o sospeche el método de realización de tales figuras, lo que sigue siendo una incógnita es el “porqué” o “para qué” de su existencia.
En mis conversaciones con el profesor Luis Briones, especialista en arte rupestre y conservador de los “geoglifos”, salió a relucir, naturalmente, el problema de fondo: ¿cuál pudo ser la finalidad de estos cientos de imágenes, la mayoría perdida en los más recónditos parajes del desierto chileno? Y como ocurre con los enigmas “gemelos” del Perú, las explicaciones de los arqueólogos y científicos son vagas, oscuras y tímidas.
¿Se trataba de “señalizaciones”? ¿Algo así como los modernos indicadores de nuestras carreteras y autopistas? La hipótesis de trabajo podría encajar en determinados “geoglifos”, ubicados al filo de los antiguos caminos y cañadas. Pero ¿cómo ajustar esta tesis a las figuras que reposan lejos de las rutas caravaneras? Por otra parte, las enormes proporciones de muchos de estos símbolos sólo perceptibles con claridad desde una cierta distancia y en especial desde el aire parecen reñidas con una intencionalidad puramente “orientativa”.
También se ha barajado la socorrida idea, favorita de los arqueólogos y antropólogos ortodoxos, de una “representación ritual que propiciase buenas cosechas y mejores rebaños”. La explicación sería verosímil para las figuras de los camélidos. Pero, ¿ qué ocurre con los enigmáticos “círculos”, las gigantescas “cabezas de hombres”, las “pistas” o los “rectángulos”, por mencionar algunos ejemplos?
Y la gran duda planea de nuevo sobre el enigma de los “geoglifos” de Anca: ¿por qué esa obsesión en los pueblos que habitaban la vieja placa tectónica de Nazca por dibujar y fabricar imágenes que pudieran ser vistas desde el aire?
Quizá el lector haya adivinado la respuesta...
No hay comentarios:
Publicar un comentario