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sábado, 3 de septiembre de 2011

UN AVENTURERO, HERNÁN CORTÉS

LA VIDA DE UN HOMBRE AVENTURERO
HERNÁN CORTÉS

Hernán Cortés Nació en Medellín (Badajoz) en 1485, sus padres fueron Martín Cortés y Catalina Pizarro. Inició estudios universitarios en Salamanca, España, donde aprendió latín y algo de derecho, pero solo permaneció dos años en la universidad. Hernán Cortés siempre tuvo un espíritu aventurero e inquieto, que va de la mano con la tendencia expansionista y descubridora de la España del siglo XV, donde por lo extenso del territorio decían, "el sol no se pone en el imperio". Por tal motivo hombres como Hernán Cortés, movidos por el impulso de la aventura y la codicia (las promesas de oro en las nuevas tierras) estaban atentos a las oportunidades de embarcarse hacia América. Los padres de Hernán Cortés querían que se recibiera en Derecho, pero Cortés, con una voluntad férrea y poco dinero eligió su destino al buscar salir en expediciones militares.
Como buen aventurero Hernán Cortés siempre estuvo listo a las conquistas amorosas. Una anécdota ocurre cuando cierto día paseando por Sevilla, una novia pasajera le dio cita para determinada hora de la tarde en una casa de las afueras, donde ella vivía, pero le advirtió a Hernán Cortés que para reunirse con ella debería saltar la tapia de una mansión muy principal.
Allí fue, el enamorado mozo Hernán Cortés, pero al saltar la verja le ocurrió un contratiempo que le puso en un mal brete, pues como la tapia no estaba en muy buen estado, su peso la derrumbó y allí se fue el galán al suelo, fracturándose varias costillas. Entonces Hernán Cortés tuvo que ir en busca ( o más bien lo llevaron) de un "algebrista", como llamaban entonces a los médicos encargados de reparar el esqueleto humano, y transcurrieron varias semanas antes de estar recuperado, por lo cual no pudo ir a "La Española" (Actual isla de Santo Domingo) con Nicolás de Ovando, como lo había planeado anteriormente.
Hernán Cortés se preciaba de su conocimiento del latín, los romances y la historia, lo que le permitió expresarse con soltura y atildado estilo en sus varios escritos y de modo particular en sus Cartas de relación. En Valladolid, Hernán Cortés aprendió el oficio de escribano, y cuando tenía 19 años, después de haber pasado un tiempo en Italia, Hernán Cortés embarcó hacia La Española (Santo Domingo) para trabajar de escribano en la Villa de Azua, durante su estancia en Santo Domingo mantuvo muy buenas relaciones con el gobernador Diego Velásquez, quien le pidió que participara como su secretario en la expedición para conquistar Cuba en 1511. Hernán Cortés aceptó la oferta.
Diego Velásquez es un personaje que desempeña un papel importante en la vida de Hernán Cortés. Primero fueron grandes amigos y ambos se llevaban bien, pero básicamente con el paso del tiempo y el desarrollo de circunstancias como la expedición a Yucatán, le abrieron el panorama a Diego Velásquez de la muy superior capacidad de Hernán Cortés, quien organizaba la expedición con gran entusiasmo, es por esto que conforme el tiempo pasa Diego Velásquez se torna cada vez más en su enemigo. Hay que señalar también el superior deseo de aventura de Hernán Cortés, dado que bien podría haber sido Diego Velásquez el líder de la expedición, dado su nivel de autoridad y jerarquía más alta. De esta manera Diego Velásquez aparece más como una persona que utiliza su autoridad para que otros realicen la acción que como hacedor, acciones que se le van de las manos como veremos más adelante, al contrario de Hernán Cortés, quien aprovecha todas las oportunidades que se le presentan.
Hernán Cortés acompañó a Diego Velázquez a Cuba (año 1511), llegando a ser alcalde de Santiago de Baracoa. Fue encarcelado, ya que fue acusado de conspirar contra el gobernador Velásquez. Liberado, se casó con la cuñada del propio Diego Velásquez, llamada Catalina Juárez. Diego Velásquez le nombró jefe de la expedición que se estaba montando para seguir con los descubrimientos en la costa de Yucatán, aunque pronto desconfió de él, por las razones antes comentadas.



La juventud de Cortés
Cristóbal Colón acababa de llegar a España cuando en 1485, nacía Hernán Cortés en Medellín (Extremadura). Su padre, Martín Cortés, era un pequeño hidalgo que se ocupaba con mucho cuidado de su hacienda. Poseía un molino, una viña, colmenas y campos de cereales. Excelente negociante, legará esta cualidad a su hijo.
Medellín se encuentra sobre la ruta de Cádiz donde los marinos irían a embarcarse para las Indias. Desde su infancia, Hernán Cortés se apasionaba por los relatos épicos de la guerra que llevaban los capitanes españoles contra los árabes. Pero cuando Cristóbal Colón descubrió las Indias, se fascinó por las historias que él traía. El Gran Almirante habría descubierto los Jardines del Edén, tierras de una riqueza insondable. El tío del joven Hernán, Picos Pardos, le contó que había visto con sus propios ojos a los Indios y los tesoros traídos de las Indias. El oro, le dijo él, se encontraba en tal abundancia que fluía de los ríos.
El niño estaba encantado por estos relatos. Pero su padre quería que Hernán estudiara las ciencias y las Letras. A los 14 años, Hernán dejó la casa familiar en compañía de su tío para ingresar a la Universidad de Salamanca. En la época, Salamanca era uno de los centros humanistas más importantes de España y contaba con más de 8000 estudiantes. Permaneció dos años en esta ciudad y bajo la tutela de otro de sus tíos, Francisco Núñez de Valera, aprendió a brillar en sociedad por su erudición.
Pero los estudios en Salamanca no eran de su gusto. Sin consultar a sus padres, dejó sus hábitos de estudiante y regresó a Medellín. Su madre, Doña Catalina, estaba colérica y su padre se preguntaba qué iba a hacer Hernán más tarde. En esta época los hidalgos no tenían más que algunas posibilidades de carrera. Un hidalgo era un noble español y su título le prohibía trabajar manualmente. El mayor de los hijos heredaba las tierras de su padre mientras que los menores tenían la elección entre:
  • Los estudios para ser Jurista, Hombre de Letras o Teólogo.
  • Engancharse en la Armada Real y combatir en Italia.
  • Engancharse en la Marina y partir para las Indias.
Pero Hernán renunció a los estudios. Irá entonces a Nápoles o a las Indias.
Cortés se va entonces a Sevilla en el momento cuando Nicolás de Ovando preparaba una expedición para descubrir y poblar nuevas tierras en el Nuevo Mundo. Estaba listo para partir cuando una sombría historia de amor lo retuvo en Sevilla, dejando a la expedición irse sin él. Pensó entonces partir para Nápoles. Pero erró una decena de meses sin decidirse realmente.















Hernán Cortés en Hispaniola y Cuba
En 1504, Hernán Cortés partió por fin a las Indias a la edad de 19 años. Una vez llegado a Hispaniola, comenzó una vida mediocre de "gratte-papier", hasta que Don Diego Velázquez, Conquistador y gobernador de la isla, le ofreció de partir para su primera aventura militar. Esta expedición tenía por misión someter a una tribu india en Haití. La tarea cumplida, Hernán Cortés recibió una encomienda (tierras con esclavos indios) y comenzó a ocuparse de su propiedad. Pero no se enriqueció.
Diego Velázquez, devenido su amigo, lo contrató posteriormente como secretario y partieron a Cuba en 1511. Juntos colonizaron la isla. Los Indios pacificados, Cortés se ocupó entonces de sus crías de brebis, de vacas y yeguas. Se casó con Catalina Juárez Marcaida. Durante varios años Cortés vivió feliz y tranquilo cerca de su mujer, administrando sus bienes ocupando la función de alcalde de Santiago de Cuba, recientemente fundada. Aumentó su fortuna y creó una sociedad de comercio con Andre de Duero.
El Nuevo Mundo evolucionó sin cesar. Diego Velásquez, deseoso de brillar a los ojos del rey de España, encargó a Hernández de Córdoba de montar una expedición para ir a descubrir nuevas tierras hacia el oeste. Pero la expedición se tropezó en Yucatán con tribus mucho más belicosas que las antillanas. Hernández murió a consecuencia de sus numerosas heridas.
Velázquez decidió enviar a Grijalba hacia estas tierras hostiles a fin de redactar un informe más completo. Éste siguió la misma ruta que Hernández y bordeó la costa de México hacia el norte. Las noticias que hizo llegar a Velázquez dieron a conocer tribus indígenas mucho mejor organizadas que las antillanas. Eran disciplinados, vestían telas tejidas y coloreadas, y practicaban una religión sanguinaria que consistía en ofrecer hombres en sacrificio a sus dioses. Estas ceremonias se desarrollaban en la cima de templos de piedra: los teocallis.
Pero sobre todo, estos indios tenín oro que cambiaban a veces con los españoles. A la recepción de este mensaje, Velásquez puso en pie una armada mucho más importante y confió el comando a Hernán Cortés. Su misión era de ayudar a Grijalba, puesto en dificultades por los indios, y de entrar en contacto con los indígenas, someterlos por la diplomacia y pedirles un tributo en oro, perlas y piedras preciosas. Pero Velásquez no había recibido las "Capitulaciones" (una autorización) del rey que le permitiría llevar más lejos una guerra de colonización. También pidió él a Cortés de mantenerse en su misión de reconocimientos y de traerle las pruebas de que estos territorios valían la pena de ser explorados más tiempo.
Pero Cortés interpretó diferente las órdenes. Una nueva personalidad se despertó. Se mostró mucho más ambicioso. Vuelto Capitán General de la Armada, se vistió de atuendos lujosos, adornos de plumas, medallas y cadenas de oro. Con todos los honores se desplazaba, con el estandarte que había hecho hacer para él, y sobre el cual se podía ver una cruz y leer este lema: "Amici, sequamur crucem et si nos idem habemus, vere in hoc signo vencemus" (Amigos, sigamos esta cruz y, si tenemos fe, con este símbolo venceremos). Cortés no va a hacer comercio para Velázquez sino a hacer triunfar la Cruz.
Los amigos de Velázquez no dejaron de denunciarlo como un intrigante a la autoridad del Gobernador. Pero Cortés se fascinaba cada vez más del mundo, y numerosos fueron los hombres de valor que se aliaron a él. Esta expedición no es más ya una misión de socorro a Grijalba, sino una verdadera campaña de colonización de México. Los más fieles al Gobernador se colocan a las órdenes de Cortés. La armada estaba constituida de los hombres más audaces que se ilustraron después en las futuras conquistas: Pedro de Alvarado, Conquistador de Guatemala, y sus hermanos; Alonso de Ávila, Juan de Escalante, Cristóbal de Olid, Conquistador de Honduras; Gonzalo de Sandoval, Francisco de las Casas, Hernández Puerto Carrero y Francisco de Montejo, Conquistador de Yucatán.



La expedición de Hernán Cortés
Hernán Cortés seguía, sin embargo, con los preparativos de la expedición, y debido a su gran elocuencia, dotes de persuasión y sugestión, pronto logró más de 600 hombres reclutados para su causa. Adelantándose a que le cesase Diego Velázquez, la armada de Hernán Cortés partió del puerto de Santiago de Cuba el 18 de noviembre de 1518. Como iba escasa de bastimentos, tuvo que aprovisionarse de éstos en la isla de Trinidad y otros lugares.
Finalmente, el 10 de febrero de 1519, la flota de Hernán Cortés abandonó las costas de Cuba, en 11 naves, con 518 infantes, 16 jinetes, 13 escopeteros, 32 ballesteros, 110 marineros y unos 200 indios y negros de auxiliares de la tropa. Llevaban 32 caballos, 10 cañones de bronce y 4 falconetes. Por capitanes iban Alonso Hernández de Portocarrero, Alonso de Ávila, Diego de Ordás, Francisco de Montejo, Francisco de Morla, Francisco de Saucedo, Juan de Escalante, Juan Velázquez de León (éste pariente del gobernador), Cristóbal de Olid y Pedro de Alvarado, quienes eran liderados por Hernán Cortés. Muchos de estos eran veteranos de la guerra de Italia. Por piloto principal iba Antón de Alaminos. Sin embargo, se le prohibió a Hernán Cortés la fundación de colonias permanentes. Después de 10 días de navegación llegó a la isla de Cozumel. Además, fue en este primer contacto con los nativos en Cozumel, donde Hernán Cortés vió como los indios ofrecían sacrificios a sus ídolos, arrancando el corazón a esclavos o prisioneros. Esto era lo que más horrorizaba a los españoles.
Hernán Cortés destrozó pues, esos ídolos, y puso en su lugar cruces e imágenes de la Virgen María. Por medio del intérprete de entonces, Melchorejo tuvo noticias de la existencia de unos hombres barbudos en poder de ciertas tribus, sin duda españoles capturados, y envió emisarios para rescatarlos. Acudió sólo uno: Jerónimo de Aguilar, que había sido capturado unos años antes, y había aprendido el lenguaje maya que se hablaba en dicha región. Sin embargo, el otro español, un tal Guerrero, no acudió, ya que se había convertido y adaptado a las costumbres indias, tenía esposa y varios hijos, por lo que éstos, seguramente habrán sido los primeros mestizos mexicanos.

Cortés desembarca en México
El 18 de noviembre, una flota compuesta de 11 navíos, 110 marinos, 570 soldados, 250 indígenas antillanos, 11 caballos, 6 yeguas y 10 cañones de bronce, dejó el puerto de Cuba. Cortés siguió la misma ruta que sus predecesores y se dirigió hacia la costa del Yucatán. Pedro de Alvarado, enviado como aclarador, desembarcó y saqueó la isla de Cozumel. Esta acción personal provocó la cólera de Cortés quien hizo encadenar al capitán español. Él era ante todo un emisario del rey Carlos Quinto y de Dios. También hizo restituir a los Indios los bienes que Alvarado les había robado. Por otra parte, Cortés intentaba cada vez que podía establecer contactos pacíficos con los indios.
En Tabasco, encontró a Jerónimo de Aguilar, un español que había naufragado algunos años antes y quien había sobrevivido entre los indígenas y aprendido la lengua Maya. Al mismo tiempo, Cortés conoció a una joven esclava de origen Azteca que los Indios de Tabasco habían cedido a los comerciantes Mayas. Esta india, llamada Malinche, fue bautizada por los españoles con el nombre de Doña Marina. Ella aprendió rápidamente el español y devino una ayuda preciosa para Cortés cuando él necesitó comunicar con los misteriosos aztecas.
Después de haber pacificado varias tribus y echado abajo sus ídolos para imponer la Cruz, prosiguió su camino por el mar hasta San Juan de Ulua. Cortés entró pacíficamente en contacto con los indios de Cempoala quienes sufrían la dominación de los Aztecas. Los indígenas ofrecieron hospitalidad a los españoles. Poco tiempo después, Cortés recibió la visita de embajadores del emperador Azteca, Moctezuma. Llegaron los brazos cargados de presentes: oro, perlas, plumas coloreadas... Para Cortés, no había ninguna duda; había encontrado el país tan soñado por los exploradores españoles desde el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Cortés decidió entonces partir en la conquista de este "Eldorado". Pero los hombres de Velázquez le hicieron remarcar su misión primera y establecer un contacto con los indios y que no se podía colonizar un territorio tan vasto y tan poblado con tan pocos hombres. Pero Cortés no quería regresar a Cuba e hizo destruir los navíos excepto tres. Después pidió a los hombres que deseaban regresar a Cuba de declararse. Por esta estratagema, Cortés pudo conocer los nombres de sus adversarios. Uno de los navíos que quedaban estaba cargado de todos los presentes de Moctezuma: entre estos regalos, un sol de oro, grueso como una rueda de carreta, y una luna de plata. Era el testimonio de Cortés al rey de España en cuanto a las riquezas de esta región. Pero los dos otros navíos fueron destruidos y Cortés obligó a sus oponentes a seguirlo a México.
Hernán Cortés fundó la ciudad de Villa Rica de Vera Cruz, primera gran ciudad española en México, y se hizo reconocer por todos como Capitán General. De este modo, él percibiría un quinto de todas las riquezas a descubrir. Por este acto, se liberó totalmente de la autoridad de Velázquez. Las relaciones con los indios eran amistosas, y las visitas de los embajadores Aztecas, siempre acompañadas de presentes, se hacían cada vez más numerosas.
Cortés hizo uso de mucha diplomacia y ardides a fin de preservar a los ojos de los indios el prestigio del cual gozaban los españoles. Malinche le enseñó una vieja leyenda azteca según la cual un dios antiguamente caído, Quetzalcoatl, volvería por el este para tomar posesión de su reino. Este dios tenía la piel clara y era barbudo. Y el emperador Moctezuma había siempre vivido en la idea de que Quetzalcoatl regresaría entonces a su reino. Por otra parte, los aztecas creían que los soldados españoles montados sobre sus caballos eran uno solo. Estos seres fabulosos, los teules, podían asimismo disociarse en dos. Cuando los primeros combates, Cortés puso mucha atención en disimular los cadáveres de los caballos y los españoles para que los indígenas continuaran creyendo en su inmortalidad.




Hernán Cortés se entera del Imperio Azteca
Hernán Cortés continuó su expedición a lo largo de la costa de Yucatán hasta el río Tabasco al que llamaron Grijalva. Después ocurre la primera batalla contra los indígenas, obteniendo la victoria Hernán Cortés, así los mayas les entregaron mucha de la riqueza que tenían, y también algunas mujeres entre las que estaba la Malinche o Malitzin, quien fue muy importante para Hernán Cortés ya que hablaba maya y náhuatl; por lo que ella era la intérprete del náhuatl al maya, y Jerónimo de Aguilar era el intérprete entre el maya y el castellano. Más tarde la Malinche aprendió el castellano y fue ella la que fungía como intérprete directa de Hernán Cortés, con quien además tuvo un hijo. En Tabasco, los españoles supieron de la existencia de un país hacia poniente que los indios denominaban “México”. La flota de Hernán Cortés fue, bordeando la costa mexicana, en dirección Noroeste(NO), y un día se presentaron varias canoas indígenas que venían de parte del emperador, llamado Moctezuma, donde Hernán Cortés les mostró sus armas de fuego, sus caballos, para por una parte amedrentarlos, pero por otra parte trató de ser amable y afable con ellos, hablándoles de paz. Los embajadores traían pintores, y dibujaron todo lo que vieron con objeto de que su gran señor fuese informado fielmente y viese como eran estos “teules”.
Hernán Cortés al mando de un ejército mas o menos de 700 hombres continuaron su viaje, llegando a San Juan de Ulúa, donde fundaron la ciudad de la Villarrica de la Vera Cruz, a pesar de la prohibición de Velásquez. Llegado este punto, Hernán Cortés decide romper toda relación con este, y crea el cabildo de esa Villa Rica, el cual a su vez lo nombró capitán general y justicia mayor. Acerca de esto informaría él muy pronto al emperador Carlos V (Carlos I de España). De este modo, su única vinculación iba a ser con la monarquía.
Posteriormente asaltó la ciudad de Cholula que también fue saqueada, luego Hernán Cortés recibió a una embajada mandada por parte de Moctezuma que era el emperador de los aztecas, con ellos mandó grandes obsequios entre ellos joyas y oro, porque pensaba que los visitantes eran Quetzalcóatl y otros dioses. Pero su embajada al regresar le contó todos los saqueos que los españoles venían haciendo, por lo que comenzó a preocuparse.
Así Hernán Cortés decide partir hacia Tenochtitlán, la capital del imperio Azteca. En la sierra, los tlaxcaltecas se les unieron ya que ellos siempre habían sido enemigos de los aztecas.
Llegaron a Tenochtitlán el 8 de noviembre de 1519, Moctezuma los recibió como huéspedes, así fue cuando se dieron cuenta de las riquezas que poseían los aztecas, por lo que deciden hacer prisionero a Moctezuma, quien no opuso resistencia a Hernán Cortés debido a que estaba todavía muy inseguro acerca de la lealtad que les debía profesar a los supuestos dioses.
Pánfilo de Narváez mientras tanto llega a Ulúa al mando de 1400 hombres, con la intención de acabar con Hernán Cortés, por indicaciones de Diego de Velásquez, por lo que Cortés tuvo que partir rumbo a Ulúa para enfrentarse a Narváez, y dejó a Pedro de Alvarado en Tenochtitlán como jefe del destacamento. Hernán Cortés en su lucha obtiene la victoria en Zempoala, por lo que muchas de las personas que venían con Narváez lo apoyaron.









Cortés marcha sobre Tenochtitlan
Pero es sobre todo gracias a su arte de la diplomacia que Cortés mostró su genio y su poder. Pidió a su aliado, el señor de Cempoala, de rehusarse a pagar el tributo reclamado por los Aztecas. Cuando los emisarios de Moctezuma vinieron a percibir el impuesto, Cortés les hizo aprisionar. Pero secretamente, él les devolvió la libertad y favoreció la evasión. Gracias a esta estratagema, ganó la confianza de los indios de Cempoala, persuadidos de ser protegidos por los españoles; y obligó a Moctezuma a considerarlo como un amigo.
Marchando sobre México, los españoles cayeron sobre los Tlaxcaltecas, enemigos seguros de los Aztecas. Cortés debió impulsar una lucha encarnizada contra ellos pero, a fuerza de coraje y de genio, los Tlaxcaltecas aceptaron alinearse detras de los españoles. A partir de este momento los Tlaxcaltecas y los Aztecas iban a disputarse los favores de este ser fabuloso que era a sus ojos el Capitán español.
Poco a poco, las tribus indias sometidas a la autoridad Azteca veían en Cortés una esperanza de liberación. Las ciudades de Texcoco, Axapocho y Tepeyacucho se unieron a Tlaxcala y Cempoala detras de las tropas de Cortés. En Cholula, los españoles estuvieron a punto de caer en una emboscada, pero Doña Marina descubrió a tiempo la trampa. Cortés reprimió entonces Cholula de forma sangrienta y Moctezuma no intentaría más oponerse al avance de los españoles. Llegando a Tenochtitlan, Moctezuma lo recibió con todos los honores y le confió "el trono que había cuidado esperando el retorno del dios Quetzalcoatl". En cambio, Cortés ofreció su protección al emperador, amenazado por una parte de la aristocracia Azteca.
En Cuba, Velázquez venía de recibir las "Capitulaciones" reales autorizándolo a colonizar las tierras descubiertas por Cortés. Decidió enviar 18 navíos y unos 1300 hombres bajo el mando de Pánfilo de Narváez, para matar al rebelde Cortés. Al anuncio del desembarco de esta fuerza, Hernán Cortés dejó una parte de sus tropas en Tenochtitlan, y partió con 300 soldados y 400 indios frente a la armada de Narváez. Pero casi todos los hombres de Narváez estaban dispuestos a alinearse a las órdenes de Cortés. Su capitán fue hecho prisionero.
El 24 de junio de 1519, Cortés estaba de regreso en México. Pero debió hacer frente a una rebelión. Durante la ausencia de su jefe, Pedro de Alvarado se volvió loco y había hecho asesinar varios nobles Aztecas. Los españoles fueron sitiados por millares de indios. Moctezuma, intentando apaciguarlos, fue muerto por una piedra lanzada por uno de los insurgentes . Cortés no tenía otra solución que abandonar la ciudad. Es "la noche triste". Al atardecer del 30 de junio, centenas de españoles encontraron la muerte huyendo por las ciénagas que rodeaban Tenochtitlan. Ciertos, recargados por los objetos de oro que habían robado antes de su huída, se hundían y se ahogaban en las aguas barrosas. Otros fueron capturados y sacrificados por los Aztecas a su dios Huitzilopochtli.












La Noche Triste
Durante la ausencia de Hernán Cortés en Tenochtitlan Pedro de Alvarado quedó al mando, vigilando a Moctezuma. Por estas fechas los indígenas tenían un importante ritual religioso que involucraba algunos sacrificios, y uno especialmente horrible en honor a huitzilopochtli, que consistía en abrirle el pecho a un joven, sacarle el corazón y cortarle la cabeza para seguidamente enterrar sus restos con gran pompa. Al enterarse Pedro de Alvarado, soldado valiente pero de corta visión, realizó gran matanza de indígenas quienes comenzaron a revelarse, así cuando regresó Cortés encontró a la ciudad en una gran agitación. En medio de esa gran lucha Hernán Cortés le pidió o más bien obligó a Moctezuma que calmara a su gente, y así lo hizo Moctezuma que salió a tratar de calmar a los furiosos habitantes de Tenochtitlán quienes al ver tal falta de caracter de su lider le dejaron caer una lluvia de piedras haciendo que Moctezuma perdiera la vida, aunque otra versión es que en realidad estaban tirándole flechas y piedras a los españoles, y que alguno de esos proyectiles mató al emperador por error, teoría comprensible porque toma en cuenta las profundas creencias religiosas que los hubiera convertido en sacrílegos al atacar al emperador.
Hernán Cortés decide que lo mejor es salir a escondidas, pero son descubiertos y se ven envueltos en una fiera lucha donde los Mexicas (Aztecas) matan a la mitad del ejército de Cortés quienes pobremente apenas la libraron. Así, Hernán Cortés, sale de Tenochtitlan el 30 de Junio acompañado de algunos de sus hombres, perdiendo todas las riquezas que habían obtenido. A esta derrota de Hernán Cortés por parte de los indígenas se le conoce como la "Noche Triste" . Jamás hubieran pensado los españoles que una cultura tan atrasada en elementos bélicos (ya que el español venía con fuertes armaduras, las mejores y más fuertes pues hay que recordar que los grandes tiempos de los caballeros con su brillante armadura, donde prácticamente se peleaba una batalla de resistencia física al ser la propia armadura casi impenetrable pero muy pesada, ya estaban llegando a su fín, alcanzando su más alto grado de desarrollo, debido a las incipientes armas de fuego, que hacían que la armadura tuviera menos importancia al poder ser atravesada por las balas; por otro lado las espadas de acero de los españoles eran unas crueles segadoras de vidas ante los pobremente defendidos cuerpos de los indígenas. Al contrario, los Aztecas, quienes eran fervientemente religiosos usaban armas que no tenían la intensión de arrebatar la vida, sino de herir lo suficiente como para tomar prisioneros y sacrificarlos a los dioses, mismas armas que al impactarse en las durísimas armaduras de los españoles poco o nulo daño hacían, razón por la que no es de extrañarse que un puñado de españoles vencieran al poderoso imperio Azteca. De esta manera nos damos cuenta de que la conquista se iba a llevar a cabo de una forma u otra, con o sin Cortés y por España u algún otro país europeo. Era un hecho que quizá el destino ya había preparado para los habitantes de estas tierras, al estar tan lejos y más bien aislados de la barbarie europea y asiática que tanto había y ha hecho avanzar la tecnología militar a lo largo de la historia) les haría morder el polvo en aquella retirada. Hay que señalar también que los Aztecas eran un pueblo orgulloso y bélico qué había conquistado la gloria y se había impuesto por las armas a sus vecinos, dado esto no era lógico pensar que aceptarían el dominio fácilmente.
Los conquistadores marcharon en busca del auxilio de sus aliados tlaxcaltecas y no fue sino hasta casi un año después, es decir, el 30 de mayo de 1521, cuando dieron principio al asedio formal de la ciudad de Tenochtitlán. Para ello, Hernán Cortés concentró a más de 80.000 tlaxcaltecas y reforzó sus propias tropas con la llegada de otras varias expediciones a Veracruz. Desde finales de abril de ese mismo año, Hernán Cortés había botado al agua trece bergantines que jugaron un papel muy importante en el asedio de la isla, donde se erigía la ciudad que habría de pasar a ser conocida como México.



Cortés triunfa en México
El 7 de julio de 1520, otra batalla comenzó en Otumba. Les Tlaxcaltecas vinieron a reforzar las tropas de Cortés. Pero hubo que combatir sin armas de fuego porque la pólvora, mojada por las ciénagas cuando la fuga, era inutilizable. Las tropas españolas perdieron los dos tercios de sus hombres. Sin embargo, Cortés recibió el refuerzo de soldados españoles venidos de Cuba y reorganizó su armada. Con mucho coraje los españoles batieron a sus adversarios en Otumba.
El 26 de mayo de 1521, Cortés emprendió el sitio de Tenochtitlan. Los Aztecas intentaron resistirse pero debieron afrontar un terrible enemigo: muchos españoles eran portadores de enfermedades llegando a México. Estas enfermedades, desconocidas para los indios, se propagaron bajo forma de epidemia. Los Aztecas cayeron uno a uno hasta que el emperador Cuauhtemoc decidió rendirse el 13 de agosto de 1521. Entrando a la ciudad, los españoles fueron sorprendidos por la cantidad de cadáveres que cubrían el suelo. El olor de la putrefacción era insoportable. Cortés recibió a Cuauhtemoc felicitándolo por su bravura. En adelante Tenochtitlan estaba entre sus manos.
Decidió reconstruir la ciudad. Palacios y vastas casonas coloniales fueron construídas sobre las ruinas de los templos Aztecas. Cortés se hizo construir una residencia suntuosa de donde gobernará al ex imperio Azteca rebautizado la Nueva España. Impuso a los indios la sumisión a la Corona española y la conversión a la fe cristiana. Los sacrificios fueron prohibidos y los misioneros vinieron a imponer, a menudo por la fuerza, la religión católica. Los antiguos ídolos fueron destrozados y muchos indios torturados o muertos.
Cortés estaba decepcionado por la escasa cantidad de oro que había encontrado en Tenochtitlan (apenas más de 500 kilos). Guardó entonces prisionero a Cuauhtemoc, esperando hacerle confesar el escondite del tesoro azteca. El soberano caído no hablaría. El tesoro tal vez no existía y no era sin duda más que el fruto de la imaginación de los conquistadores sedientos de oro. En 1524, en curso de uan expedición hacia Honduras, Cortés hizo ejecutar a Cuauhtemoc.
Gobernador de la Nueva España, Hernán Cortés se mostraba insaciable. Continuó sus exploraciones y fundó nuevas ciudades, extendiendo aún más el imperio español de Carlos Quinto. Envió sus capitanes más al sur para conquistar Guatemala, Honduras y Yucatán. Los navíos partieron a explorar las costas del océano Pacífico hasta California.
Pero Cortés generó envidias e intrigas que llegaron hasta los oídos de Carlos Quinto. En 1527, acusado de rebelión, fue llamado a España para justificarse delante del Consejo de Indias. Fue a justificarse y regresó a México. Pero su poder llevaba cada vez más recelo a la metrópolis. En 1535 debió entregar el poder al Virrey de la Nueva España, Antonio de Mendoza. En compensación recibió el título de Marqués del Valle de Oaxaca.
En 1540, no teniendo prácticamente más influencia en México regresa a España y participa con Carlos Quinto del sitio de Argelia. La guerra terminada, regresó a Castilla. Fatigado y habiendo perdido todo crédito, murió el 2 de diciembre de 1547 en Castilleja de la Cuesta (Sevilla).










Derrota del Imperio Azteca
Las crónicas indígenas hablan de la elección del señor Cuitláhuac como sucesor de Moctezuma y de la epidemia de viruelas en la que murieron él y otros muchos. También describen con pormenor la nueva elección y actuaciones del joven príncipe Cuauhtémoc. Unos y otros, los cronistas españoles e indígenas, refieren luego lo que fueron el asedio y la resistencia indígena a lo largo de casi ochenta días de sitio. El 13 de agosto de 1521, cayó la ciudad de México-Tenochtitlán en manos de Hernán Cortés, quien aprisionó al joven Cuauhtémoc. Hernán Cortés se establece entonces en Coyoacán, en tanto que se procedía a la reconstrucción de la ciudad de México, concebida con nueva planta al modo renacentista. Su mujer, Catalina Juárez Marcaida, llegó procedente de Cuba y unos meses después falleció misteriosamente en Coyoacán. En agosto del mismo 1523, desembarcan los tres franciscanos flamencos, Pedro de Gante, Juan de Tecto y Juan de Ayora. Enterado Hernán Cortés de que Cristóbal de Olid, enviado suyo a la región de las Hibueras, se había rebelado, dispuso entonces una expedición para someterlo. Abandonó Hernán Cortés, la ciudad de México en 1524, dejándola al cargo de varios oficiales reales, los cuales, además de reñir entre sí, cometieron numerosos atropellos. Hernán Cortés, tras una expedición llena de sinsabores e inútil, porque, al llegar a las Hibueras ya había muerto Cristóbal de Olid, regresó a la ciudad de México hacia mediados de 1526.
Casi simultáneamente, recibió una orden de Carlos V para que enviara una armada hacia las Molucas en auxilio de las que, zarpando desde España, habían llegado a esas islas. Coincidió todo esto con la venida del juez Luis Ponce de León para tomar juicio de residencia a Hernán Cortés. Muerto aquél poco tiempo después, se hizo cargo del juicio Marcos de Aguilar. Éste falleció asimismo en pocos días. Cortés, que tenía ya en construcción varias embarcaciones, despachó tres con rumbo a las Molucas y a las órdenes de Álvaro de Saavedra Cerón, su primo, para auxiliar a la armada de fray García Jofre de Loaisa. Esa armada zarpó de Zihuatanejo el 31 de octubre de 1528. Uno de los barcos de la misma llegó a las Molucas.

Enemigos después de la toma de Tenochtitlán
Entrado ya el año siguiente, y obedeciendo instrucciones de Carlos V, Hernán Cortés emprendió un viaje a España. Llegó al puerto de Palos de la Frontera (Huelva), y, tras pasar por Sevilla, Medellín (su localidad natal) y el monasterio de Guadalupe (Cáceres), se entrevistó con el Emperador en Toledo. Aunque Hernán Cortés no recobró el gobierno de Nueva España, obtuvo al menos el título de marqués del Valle de Oaxaca, así como 22 villas y 23.000 vasallos. Casado con Juana de Zúñiga, hija del conde de Aguilar, Hernán Cortés, regresó a México hacia mediados de 1530.
Nueva España se encontraba entonces perturbada debido a los desmanes de Nuño Beltrán de Guzmán, que había sido nombrado presidente de la primera audiencia. Hernán Cortés tuvo que hacer frente a los miembros de dicha audiencia, que le impidieron la entrada a la capital. Hallándose en Texcoco, su madre, Catalina Pizarro, que había venido con él, terminó allí sus días. Un año después, Hernán Cortés se instaló una segunda audiencia, con Sebastián Ramírez de Fuenleal como presidente de la misma.
Con base en las capitulaciones que había celebrado durante su estancia en España, Hernán Cortés emprendió en 1532 una serie de expediciones en el mar del Sur (océano Pacífico). A mediados de ese año, Hernán Cortés envió dos naves al mando de Diego Hurtado de Mendoza, sin alcanzar resultado alguno. El propio Hernán Cortés dirigió personalmente en Tehuantepec la construcción de otras naves. Al año siguiente, zarparon otras dos embarcaciones desde el puerto de Santiago, en Colima. Una de ellas, al mando de Hernando de Grijalva, descubrió en 1533 algunas de las islas que componen el archipiélago que, muchos años más tarde, recibiría el nombre de Revillagigedo. La otra, al frente de la cual iba Diego Becerra, tras un motín a bordo, alcanzó a llegar al extremo sur de la Baja California, donde la mayor parte de los que iban a bordo perdieron la vida en un enfrentamiento con los indios.
Porfiando con la fortuna, según la expresión de su mujer Juana de Zúñiga, Hernán Cortés emprendió en 1535 una tercera expedición yendo personalmente al frente de ella. Fundó entonces una pequeña colonia en la bahía de la Paz, que designó como de la Santa Cruz. Más de un año después, regresó a México sin haber alcanzado cosa alguna en esa tierra que más tarde se llamó California. Incansable, Hernán Cortés envió luego dos naves con rumbo al Perú para auxiliar a Francisco Pizarro, quien se encontraba sitiado en Lima. En 1537, Hernán Cortés dio principio a una ruta de comercio marítimo, desde el puerto de Huatulco hasta Panamá y el Perú. En 1539, despachó su cuarta expedición al mar del Sur. Encomendó esta empresa al capitán Francisco de Ulloa, que penetró hasta la desembocadura del río Colorado y, regresando hasta el extremo sur de la península, remontó por el Pacífico hasta más allá de la isla de Cedros. Como muestra la cartografía universal que se producía entonces, gracias a las expediciones de Hernán Cortés comenzó a conocerse mejor el perfil geográfico de los litorales del Pacífico norte.











El viaje de Cortés a Las Hibueras
Cortés tenía conocimiento de las riquezas que existían en Las Hibueras, en la actual República de Honduras, además que había escuchado que existía un paso «que en opinión de muchos pilotos [...] por aquella bahía sale estrecho a la otra mar» (del océano Atlántico al océano Pacífico), estrecho de cuya existencia había dado conocimiento el piloto Juan de la Cosa desde el año 1500. Así pues, Cortés envió el año de 1524 al mando de su capitán Cristóbal de Olid cinco navíos y un bergantín rumbo a Las Hibueras, a bordo de los cuales iban 400 hombres, suficiente artillería, armas y municiones, además de ocho mil pesos oro para comprar en Cuba caballos y bastimentos. En tanto, había partido una expedición por tierra al mando del capitán Pedro de Alvarado para conquistar y explorar Centroamérica.
Más temprano que tarde Cortés se dio cuenta que el capitán Cristóbal de Olid, hombre de toda su confianza, había entrado en tratos con su principal enemigo, nada menos que con el gobernador de Cuba, Diego de Velázquez, para robarle a Cortés las nuevas tierras que se habrían de descubrir en el viaje de exploración y conquista que él mismo estaba sufragando. Fuera de quicio, Cortés montó una segunda expedición en junio de 1524 al mando de su primo Francisco de las Casas, en cinco navíos y con cien hombres con órdenes de aprehender y castigar al infiel Cristóbal de Olid. Al arribar la expedición punitiva a la actual Honduras después de un naufragio, se sucedieron unas escaramuzas y fue tomado prisionero el enviado de Cortés, su primo Francisco de las Casas, en compañía de Gil González de Ávila, éste recién llegado con el título de gobernador del golfo Dulce.
De alguna manera, tanto De las Casas como Gil González lograron escapar hacia la jungla. Posteriormente, amigos de Cortés en una cena tomaron prisionero a Cristóbal de Olid y lo degollaron, dando por terminado el asunto.
En tanto Hernán Cortés, sin saber lo que había sucedido, emprende por tierra rumbo a Las Hibueras en compañía de un gran ejército.
Caminó hasta Veracruz, en donde se embarcó hasta la villa del Espíritu Santo, de ahí continuó por tierra entrando en Tabasco en donde con grandes dificultades atravesó grandes pantanos, caudalosos ríos y selvas impenetrables, pasó por varias poblaciones tabasqueñas como Cupilco, Cimatán, Nacaxuxuca, Zaguatán, Chilapan, Ixtapa, Acalán, Tatahuitalpan, Usumacinta (en donde mandó ahorcar a Cuauhtémoc y Teutiercas. Ya en Guatemala llegó a Tayasal, continuó por agrestes sierras y llegó a la población maya de Nito y luego al puerto de Naco en donde se enteró de lo sucedido a Cristóbal de Olid así que se embarcó de regreso a la ciudad de México, llegando en 1525.















La leyenda negra
La peor mancha en la hoja de servicios de Cortés es que consintió la tortura de Cuauhtémoc y del cacique de Tacuba, ya que los soldados estaban sedientos de oro, y creían que éste tenía que saber dónde se encontraba. Ambos fueron ahorcados en el año 1525 en la funesta expedición a Las Hibueras, por sospechas de traición.
Sus enemigos intrigaron en la corte del emperador Carlos V, acusándolo de detraer oro del quinto real y del reparto a los conquistadores y sospechando que había dado orden de envenenar a su esposa Catalina Juárez (véase: Hernán Cortés y su oscura relación con Catalina Xuárez) y a varios de los enviados con provisiones reales. Desterrado de México, fue a Castilla para reclamar la gobernación de Nueva España, pero sólo consiguió el marquesado del Valle y le dieron tierras cerca del estado actual de Oaxaca..
Hernán Cortés murió en el viernes 2 de diciembre del año 1547 en Castilleja de la Cuesta, tratando de volver a sus posesiones americanas.










Últimos días de Hernán Cortés
Para hacer defensa de sus derechos, Hernán Cortés emprendió un nuevo viaje a España. Entre otras cosas dirigió allí un memorial a Carlos V quejándose de los agravios que, en su opinión, había recibido del primer virrey de Nueva España, Antonio de Mendoza. En 1541, participó en la fracasada expedición a Argel. Los restantes años de su vida, que transcurrieron todos en España, fueron para Hernán Cortés un tiempo difícil en el que se vio envuelto en una serie de litigios y agobiado por el nunca terminado juicio de residencia.
Con intención de regresar a México, llegó a Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla, donde dictó su testamento. El 2 de diciembre de 1547 murió a la edad de 62 años. Le sobrevivieron su mujer, sus hijos Martín y Luis; así como el otro Martín que había tenido con Malinche, y María, Catalina y Juana, nacidas de su esposa, además de otros tenidos también fuera de matrimonio, como aquella Leonor nacida de Isabel de Moctezuma.
El primer entierro de Hernán Cortés fue en la iglesia de San Isidoro del Campo, en Sevilla. Años después, sus restos fueron trasladados a Nueva España y enterrados en la iglesia adjunta al convento de San Francisco, en Texcoco. De allí pasaron a la capilla mayor del convento de San Francisco, en la ciudad de México. Su último reposo lo alcanzó en la iglesia de Jesús Nazareno, contigua al hospital de Jesús fundado por él. En la actualidad, se conservan en una urna colocada en un nicho en el muro del costado del Evangelio. Numerosas son las biografías que se han escrito acerca del conquistador de México. Algunos lo han considerado un villano y otros un héroe.




La peregrinación de sus restos
Hernán Cortés fue inhumado varias veces. La causa de los traslados de sus restos mortales radica en el hecho que en sus testamentos cambió en más de una ocasión la ubicación del lugar en donde deseaba reposar por toda la eternidad. Cuando residía en la Nueva España, primero solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al hospital de Jesús, hospital que el conquistador había fundado, posteriormente declaró sus deseos de ser sepultado en un monasterio que había ordenado construir en Coyoacán, una población aledaña a la capital mexicana, monasterio que nunca fue construido debido a que tuvo que partir a España con el fin de enfrentarse a un juicio de residencia que se le siguió.
En España ya cansado y enfermo a mediados de octubre de 1547 modificó su testamento para indicar que debería ser sepultado en la parroquia del lugar donde falleciera. Su muerte en España trajo como consecuencia que fuera inicialmente sepultado en el monasterio de San Isidoro del Campo, en Santiponce (Sevilla), en la cripta de la familia del duque de Medina Sidonia bajo las gradas del altar mayor con un epitafio que le dedicó su hijo Martín Cortés, segundo Marqués del Valle. El epitafio que le dedicó su hijo decía:
Padre cuya suerte impropiamente
Aqueste bajo mundo poseía
Valor que nuestra edad enriquecía,
Descansa ahora en paz, eternamente
Epitafio de Hernán Cortes en el monasterio de San Isidoro del Campo (dedicado por su hijo Martín Cortés.
En 1550 a tres años de su muerte, sus restos fueron cambiados de lugar dentro de la misma iglesia, y esta vez fue inhumado justo a un lado del altar dedicado a Santa Catalina. Durante 19 años sus restos yacieron en el monasterio de San Isidoro hasta que en 1566 sus restos mortales fueron trasladados a la Nueva España y sepultados junto con su madre y una de sus hijas en el templo de San Francisco de Texcoco, ubicado en la población de Texcoco cercana a la ciudad de México. Sus restos yacerían allí hasta 1629.
En 1629 a la muerte de Pedro Cortés, cuarto Marqués del Valle y último descendiente de Hernán Cortés en línea masculina, las autoridades civiles y eclesiásticas de la colonia española decidieron sepultarlos en la misma iglesia, así que los restos de Cortés fueron inhumados cerca del altar mayor (en un nicho detrás del Sagrario) en la iglesia del convento de San Francisco, ubicado frente a la plaza de Santo Domingo en la capital mexicana, allí dejaron grabada la siguiente inscripción «Ferdinandi Cortés ossa servatur hic famosa».
En 1716 una remodelación del templo de San Francisco obligó a los franciscanos a exhumar los restos y trasladarlos a la parte posterior del retablo mayor, lugar en el que permanecerían durante 78 años.
En 1794 las autoridades de la colonia exhumaron nuevamente los restos de Cortés con el fin de cumplir con los deseos del conquistador de México que en una ocasión solicitó ser sepultado en la iglesia contigua al Hospital de Jesús, así que sacaron la osamenta de Cortés del templo de San Francisco que yacía en su nicho en una urna de madera y cristal con asas de plata y pintado en la cabecera de la urna el escudo de armas del Marqués de Oaxaca, sus restos fueron trasladados con gran pompa a lo que se creía sería su última morada, se colocaron blandones de plata sobre el sepulcro y dentro del templo se erigió un zócalo y sobre el zócalo un busto del conquistador, en ese sitio sus restos descansarían durante 23 años.
En 1823, a los dos años de la Independencia de México inició el memorial para honrar a los insurgentes muertos durante la guerra de independencia, los restos de ellos fueron llevados a la ciudad de México en cuya catedral fueron depositados, un gran movimiento nacionalista surgió entre los habitantes de la capital mexicana al grado que se temió que una turba asaltara el templo para tomar los restos de Cortés, por ello el ministro mexicano Lucas Alamán y el capellán mayor del Hospital desmantelaron la noche del 15 de septiembre el mausoleo, en tanto el busto y demás ornamentos fueron enviados a Italia para hacer creer a los agitadores que los restos mortales de Cortés habían salido del país, en realidad la urna con la osamenta fue escondida bajo la tarima del templo del Hospital de Jesús, durante trece años los restos permanecieron escondidos allí.
En 1836, ya calmadas las pasiones se extrajeron los restos y fueron depositados en un nicho que se construyó en la pared del templo a un lado de donde estuvo el mausoleo, en ese lugar reposaron los restos durante 110 años hasta ser encontrados. El ministro Lucas Alamán en algún momento informó a la embajada española del lugar en el cual habían depositado los restos de Cortés.
En 1946, algunos historiadores del Colegio de México tuvieron acceso al acta notarial en la cual se detallaba la última morada de Cortés y decidieron buscar los restos, el domingo 24 de noviembre del mismo año los historiadores encontraron el nicho que guardaba la urna, después de realizar algunos estudios para autentificar los huesos procedieron a restaurar la urna y recomendaron conservar los restos de Hernán Cortés en el mismo lugar.
El 28 de noviembre de 1946 el presidente de México expidió un decreto mediante el cual confirió al Instituto Nacional de Antropología e Historia la custodia de los restos mortales de Hernán Cortés.
El 9 de julio de 1947 se reinhumaron los restos en el mismo lugar en el que los encontraron y se puso sobre el muro de la iglesia una placa de bronce con el escudo de armas de Cortés grabado y la inscripción:
HERNÁN CORTÉS
1485-1547
Al final, los restos del conquistador español descansan en el lugar que eligió en su juventud para ser sepultado.

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